miércoles, 29 de diciembre de 2010

Me sonaba al otoño en cualquier película sentimentaloide de los años 70

No hacía veinticuatro horas que había soñado con que el amante argentino llamaba al teléfono y, ante su sorpresa, llamémoslo estupor, le pasaba la factura por sus servicios. "A usted las deudas la persiguen hasta en sueños y por favores sexuales, mija", le dijo la amiga mientras se reía al otro lado del teléfono después de escuchar la historia.  Pagar por tus sevicios, Gigoló de poca estatura, demasiado vino, sigo borracha, va a ser eso...
 - ¿Aló? ¿aló? ¿¿¿¿Pero había que pagar?????? Por lo menos podría haber pedido más!!! ¿¿¿por qué no avisó antes??? ¿tan mal estaba? ¿desesperada? ¿yo? ¡¡eso nunca!!¡¡¡Cara banderita la Argentina!!!
Y entonces el onirismo que amagó con desaparecer a las diez de la mañana estuvo dando vueltas hasta que aquí la Viuda pudo ponerse a escribir, aunque entonces, cuando no hacía veinticuatro horas del episodio, descubrió este video y cambió el título.




Desafina, pero me encanta. Quiero quedarme en mi sofá grande, con los ojos cerrados, escuchando en bucle una cosa tan bonita y dejar para otro momento más "jocoso" las ocurrencias de mi fase REM.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Jet lag

Querido Hombre Que Callas Demasiado: ahora que sobrevuelas el Atlántico te digo que no, que no soy capaz de decirte adiós con la manita mientras miro cómo se deshace la estela del avión en el que, siendo fieles a la verdad, sé que no es en el que te has ido. Hago como que me despido con la confianza de que no vas a saberlo, no vas a leerlo, ni a entenderlo. O sí a todas las anteriores. Y lo hago mientras le pongo banda sonora a tu jersey de pata de gallo pequeñita que llevabas ayer y que se parecía al de hace dos años, la misma fecha, cuando me enamoré de ti (esas cosas pasan). Y cito la canción: "es como si andara siempre en espiral, cuando encuentro (encontraba) una salida, tú apareces", aunque claro, tú no crees en el destino. Mientras hago como que te digo adiós y ni así me lo creo, sé, a veces una tiene esas certezas, que la cuestión era más delicada de lo que parecía, y que los juegos de Viuda alegre a los que me he entregado en los últimos meses, libertinos divertimentos, son ... eso. "Me gusta, me apetece y me provoca", dice otra canción de las que nunca sonarían en mi salón con el sofá y tú de fondo, y que sin embargo ahora rescato y tarareo. La vida que arrastra, las historias, los placeres. Pobre no-difunto Hombrepez nadando, o revolcándose en su tumba, con tremendos cuernos. Mientras tanto tú, no sé qué harías.

Hombre Que Callas Demasiado, tienes unos ojos inquietantes que más de una vez me hablaron y me dijeron cosas bonitas. Como no los puedo ver, tampoco puedo entenderte, descifrarte. Las ecuaciones se me dan mal, por eso tal vez hago también que paso página. Hago.


Dices que no pasa nada, que volar no te afectaba, y yo...
me guardo el corazón....

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Maligno es el nombre de otra canción

Querido Hombrepez, ahora que parece que has vuelto y que puedes guardarme rencor, me viene a la cabeza un poema, que me recitaron en una noche de infidelidad*, y que tal vez tú, ahora, resentido y resucitado, podrías cantarme a la cara por creerte muerto, por enterrarte vivo.


TANGO DEL VIUDO 
OH Maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia,
y habrás insultado el recuerdo de mi madre
llamándola perra podrida y madre de perros,
ya habrás bebido sola, solitaria, el té del atardecer
mirando mis viejos zapatos vacíos para siempre
y ya no podrás recordar mis enfermedades, mis sueños nocturnos, mis comidas,
sin maldecirme en voz alta como si estuviera allí aún 
quejándome del trópico de los coolíes corringhis, 
de las venenosas fiebres que me hicieron tanto daño 
y de los espantosos ingleses que odio todavía.


Maligna, la verdad, qué noche tan grande, qué tierra tan sola! 
He llegado otra vez a los dormitorios solitarios, 
a almorzar en los restaurantes comida fría, y otra vez 
tiro al suelo los pantalones y las camisas, 
no hay perchas en mi habitación, ni retratos de nadie en las paredes. 
 

Cuánta sombra de la que hay en mi alma daría por recobrarte,
y qué amenazadores me parecen los nombres de los meses,
y la palabra invierno qué sonido de tambor lúgubre tiene.

Enterrado junto al cocotero hallarás más tarde 
el cuchillo que escondí allí por temor de que me mataras,
y ahora repentinamente quisiera oler su acero de cocina
acostumbrado al peso de tu mano y al brillo de tu pie:
bajo la humedad de la tierra, entre las sordas raíces,
de los lenguajes humanos el pobre sólo sabría tu nombre,
y la espesa tierra no comprende tu nombre
hecho de impenetrables substancias divinas.


Así como me aflige pensar en el claro día de tus piernas
recostadas como detenidas y duras aguas solares, 
y la golondrina que durmiendo y volando vive en tus ojos,
y el perro de furia que asilas en el corazón, 
así también veo las muertes que están entre nosotros desde ahora, 
y respiro en el aire la ceniza y lo destruido, 
el largo, solitario espacio que me rodea para siempre.


Daría este viento del mar gigante por tu brusca respiración 
oída en largas noches sin mezcla de olvido, 
uniéndose a la atmósfera como el látigo a la piel del caballo. 
Y por oírte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa, 
como vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada, 
cuántas veces entregaría este coro de sombras que poseo, 
y el ruido de espadas inútiles que se oye en mi alma,
y la paloma de sangre que está solitaria en mi frente
llamando cosas desaparecidas, seres desaparecidos,
substancias extrañamente inseparables y perdidas.


(Pablo Neruda)

 *Sr. H. usted ya sabe...

martes, 14 de diciembre de 2010

La controladora y el aeronáutico

Esta mañana un avión de Airfrance cruzó el centro de Madrid y pasó delante de la ventana del salón. Reconocible. Se acordó entonces de aquel anuncio,  de Hope Sandoval y su voz susurrante, de Mazzy Star y de las noches en Bogotá, el frío, las caricias, el tequila, más...
Si todas las casualidades de estos días tuvieran un sentido, debería irle pidiendo explicaciones a quien corresponda. Como si de una venganza del canino hace un año difunto que la castigó durante la última semana con deseos no resueltos, la Viuda decidió pasar la tarde en casa de un desconocido aeronáutico desde cuya habitación se veía el cielo de Madrid con colores. Y hubo aviones que cruzaron. Y, además, silencio.