miércoles, 8 de junio de 2011

Amapolas en el tejado

Lo mejor era irse para mirar con perspectiva. Irse del momento inmediato y mirar desde fuera. Alejarse de la fuente de sonido y escuchar la música desde la cocina, asomarse al salón, mirarlo vacío, querer verlo. Escuchar desde ese punto la voz que lo llenaba todo. Imaginarse hacerlo en compañía.
Irse a veces suponía el regreso: mirar las amapolas de un tejado en ruina pero esta vez al contraluz. Volver al ciclo, repetir el bucle, volver a irse. La misma conversación en la cabeza, lo nuestro, otra despedida. Los mismos vencejos volando casi a ras calle arriba. Mirarlos pasar veloces desde abajo, rozando tu cabeza, repetititivos, van y vuelven.

Podría escribir la historia de aquel viaje en el Transiberiano desde Moscú a Vladivostok. De Moscú a la calle Velázquez mirando el paisaje pasar.