lunes, 11 de octubre de 2010

Del Ikea de Alcorcón conocía todos los baños y no me acordaba.

Y del de San Sebastián de los Reyes puede que también.
Yo solo quería una cama y estaba agotada, la cama. En los tres Ikeas de Madrid. Y de camino, no sonó la canción que quería, el Iphone también es traicionero, como google, como la Nikon, y sin embargo sin bucle recordé el todoterreno y cómo me ha cambiado la vida hasta hoy. Me vi conduciendo por la M40, otra yo, la Viuda jugando al anonimato (no me nombres ni por la primera sílaba, que me encuentran, y no quiero). La Viuda que un día saludó a un escritor que le animó a su blog, y tres años después tuvo que cuidar a otro, esa rodilla rota, ingrato, banderita para la anécdota; la misma que posó desnuda y no sabe si se gustó; la misma que lloraba, y creaba y creía. La misma que tenía un patio desde donde veía los satélites el último verano, más o menos a la misma hora, despedida, les habría dicho adiós desde la tumbona, para la foto. Pero desde Madrid también se ven y les digo hola. Hoy sonaron otras canciones, y fue un extraño viaje en el tiempo.


1 comentario:

Carmen dijo...

te leía. un post tras otro, como quien pasa las páginas de un libro.

creo reconocerte, y sin embargo...