martes, 6 de septiembre de 2011

Pies de plomo

Si llevara tacones, Lisboa habría sido una pesadilla para mí. Pero vea usted que no, y a pesar de eso heme aquí prefiriendo Madrid, sus calles, su cielo y el helicóptero. Que me perdone la Bohemia, pero simplemente no es mi lugar, a pesar de que quiera repetir visita esta vez con paseos detenidos por otros rincones, y más tiempo.
No se sabe qué extraños mecanismos tiene una en su cabeza que le dan al on de las vulnerabilidades sin apenas pedir permiso, y es entonces cuando uno se encuentra con calles que, como algunos besos, te ponen la piel de gallina y a pesar de todo resulta que no, que con la piel no basta, que hasta el corazón todavía hay recorrido, y a una le gusta pasear, que la lleven, que la traigan, que la dejen estar, tocar, salir corriendo, o incluso coger carrerilla para entregar las llaves de la ciudad entera.

Transeúnte lisboeta


1 comentario:

Beauséant dijo...

creo que no es cuestión de darle a un on ficticio, en realidad creo que siempre estamos en guardia para evitar ese gusano insidioso, pero en cuanto te despistas, en cuando un recuerdo aparece tras la esquina, la tristeza, o nostalgia si lo prefieres, encuentra el camino de vuelta...