No se sabe qué extraños mecanismos tiene una en su cabeza que le dan al on de las vulnerabilidades sin apenas pedir permiso, y es entonces cuando uno se encuentra con calles que, como algunos besos, te ponen la piel de gallina y a pesar de todo resulta que no, que con la piel no basta, que hasta el corazón todavía hay recorrido, y a una le gusta pasear, que la lleven, que la traigan, que la dejen estar, tocar, salir corriendo, o incluso coger carrerilla para entregar las llaves de la ciudad entera.
Transeúnte lisboeta
1 comentario:
creo que no es cuestión de darle a un on ficticio, en realidad creo que siempre estamos en guardia para evitar ese gusano insidioso, pero en cuanto te despistas, en cuando un recuerdo aparece tras la esquina, la tristeza, o nostalgia si lo prefieres, encuentra el camino de vuelta...
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