Lo mejor era irse para mirar con perspectiva. Irse del momento inmediato y mirar desde fuera. Alejarse de la fuente de sonido y escuchar la música desde la cocina, asomarse al salón, mirarlo vacío, querer verlo. Escuchar desde ese punto la voz que lo llenaba todo. Imaginarse hacerlo en compañía.
Irse a veces suponía el regreso: mirar las amapolas de un tejado en ruina pero esta vez al contraluz. Volver al ciclo, repetir el bucle, volver a irse. La misma conversación en la cabeza, lo nuestro, otra despedida. Los mismos vencejos volando casi a ras calle arriba. Mirarlos pasar veloces desde abajo, rozando tu cabeza, repetititivos, van y vuelven.
Podría escribir la historia de aquel viaje en el Transiberiano desde Moscú a Vladivostok. De Moscú a la calle Velázquez mirando el paisaje pasar.
4 comentarios:
pues yo estuve a Moscú, con un Velázquez de segundo, y tampoco fue un sirenito. Afortunadamente el verdadero viaje de mi vida era Rusia en transiberiano, y aún está por hacer... cogí perspectiva.
me removio su entrada.
El eterno retorno....
Todos los caminos llevan a Roma y todos los transiberianos a Vladivostok.
Lo dicen los mapas.
Besos discontinuos.
de moscú a la calle velazquez daría para dos novelas y un ensayo, como mínimo, pero hace mucho que no vemos transiberianos por las calles de madrid.
He tenido problemas para entrar aquí, todo bien?
Preciosa imagen.. y ue maravilla saber que lees al gran Santi Balmes..
te dejo un fuerte abrazo!
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