lunes, 10 de octubre de 2011

La belleza y la guapura

En un arrebato de responsabilidad, no lo acompañé al puerto. El otoño había llegado con su luz dorada a medio día y ese airecito que te levanta la falda, se cruza en los muslos y está bien. Sin embargo decidí quedarme a cubierto, pasándome los dedos por mi pelo brillante y que olía a él.  No es un olor concreto. No tiene marca registrada. Es un olor ligero que está pero que no se localiza, y que yo tenía enredado en mi cuerpo mientras él se lo llevaba a cuestas, maleta en mano, rumbo al sur, único destino problable desde el círculo polar.
Se acabó el verano en Hudiksvall, le dije cuando le enseñé que mi maleta estaba en la otra esquina y mi billete quedaba por imprimir. De esta cama en adelante no sé qué hay, ni a dónde se llega - seguí diciendo mientras me paseaba desnuda ante su sonrisa-, y puede que tampoco importe. Me sentí bonita y todo fue belleza alrededor sin mayores estridencias. Belleza zen, de cabeza en blanco, de perfección de cuerpos, de paz con una mesa y un vino esperando.

2 comentarios:

Helenaconh dijo...

no sé si será un consuelo: el texto es muy bonito

Beauséant dijo...

belleza zen, me gusta.. y no te preocupes, siempre es verano en alguna parte del globo...