lunes, 19 de diciembre de 2011

El día que te descubres un nuevo lunar


e, inocente de tí, pensabas que era una manchita de boli, de boli rojo, del de subrayar que nunca usas pero del que supones que te has manchado. Manchitas que como puntos perfectos también te descubres en el escote, ése del que presumes.
Y entonces es jueves y piensas en la semana que ya se está acabando, en los altos y bajos cuando no tocan y en la perspectiva de una vida con un lunar en el dedo índice de la mano derecha. He descubierto que inconscientemente muevo la mano como si quisiera quitarme esa mancha diminuta con la uña del pulgar, en un aparente gesto de nerviosismo. Mi nuevo lunar no tiene textura y  he intentado rascarlo mirándolo detenidamente sin gafas, averiguar su sentido en el mundo, en mi mano, en mi vida. Me pesa, me distrae, existe y no me acostumbro. 



Helo ahí

3 comentarios:

hombrepez dijo...

Las cosas diminutas existen, tanto como la Gran pirámide de Guiza o el Amazonas.

Un saludo de lunes (lunar)

Beauséant dijo...

quizás sea tu cuerpo intentando comunicarse sin internet ni wifi ni nada..

quizás sólo sea su forma de decirte hola, ¿no?

Viuda de Hombrepez dijo...

Eso sospecho precisamente, Beauséant.

Querido Hombrepez... Un beso!