Ahí estaba Toru Watanabe observando mientras Midori se deleitaba en deseo y visiones estrafalarias. Un reloj detenido a las seis menos veinte, la casa y la cara de J., cambiante, desde la excitación, la crispación y los nervios, iluminado a menos de medio camino de tocar la luz.
Midori detenida, Toru Watanabe siguiendo dónde ponía el otro las manos. Era tal el silencio...
A la mañana siguiente yo jugaba a volar cometas
1 comentario:
ains, tokio blues, ¿verdad?
lástima que luego este hombre aprendiese que no hacía falta trabajarse las historias para vender libros :)
en la foto no queda claro si vuelas la cometa o te elevas con ella, por cierto.
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